Era una mañana cualquiera y en el pueblo aún no había amanecido. Aunque la actividad frenética ya había empezado. Todos estaban preparando la plaza para la llegada de un ilustre vecino. La primera persona del pueblo que había salido del país! Y no solo eso, que había salido del planeta!
Y es que ser astronauta en nuestro pequeño pueblo no es nada corriente.
La gente no suele destacar en nada. Muy pocos van mas allá de la ciudad más cercana, para hacer gestiones administrativas.
Genaro, de pequeño, solía soñar con ir a la luna. Aprendió muy pronto el nombre de los planetas, a leer las estrellas y conocer las constelaciones. Solía orientarse tan bien de noche como de día. En el colegio todos sabíamos que Genaro estudiaría cosas del espacio. Pero nadie hubiera creído que llegara a ser astronauta. Eso solo eran cosas de ciencia ficción.
Genaro en el colegio era un niño tan normal como cualquier otro. Jugábamos al fútbol, nos escondíamos para saltarnos las clases. Y mientras todos estábamos leyendo Huckleberry Finn, él prefería leer libros de ciencia ficción. En cambio, cuando nos hicimos mayores, Genaro dejó de jugar al fútbol, de leer libros con nosotros… y se pasaba todo el tiempo con una profesora nueva que había llegado al pueblo, hablando de cosas raras, que solo ellos entendían.
Cuando Genaro se hizo astronauta, nos contó que, gracias a esa profesora, pudo estudiar en la universidad y hacer la carrera para trabajar en la NASA. Parece que la profesora fue profesora de universidad y que cuando se hizo mayor, volvió al pueblo para darnos clase y descansar de la gran ciudad junto a su marido.
Y el caso es, que siendo tan tontos como éramos todos los demás niños, Genaro consiguió ir al espacio, aterrizar en Marte y no convertirse en un marciano. Cosas de soñadores.