Las vacaciones de verano de este año han acabado por el norte de España, moviéndonos entre Asturias y Galicia, llamados por la costa. Del 7 al 16 de agosto de 2010 hemos disfrutado del sol, el buen comer, la compañía y la tranquilidad.
Podéis disfrutar de la galería de fotos de este viaje en mi espacio en Flickr. El viaje empezaba así….
Todo empezó en Madrid, desde donde salimos el sábado 7 temprano para comer en Oviedo. Visitamos la capital de Asturias, nos compramos unos libros en la céntrica Librería Cervantes, quesos y dulces para regalar y tiramos un buen montón de fotos, bajo una fina de lluvia que no duró más de una hora.
Seguimos por Candás, disfrutando el Festival Internacional de Gaitas, estábamos un poco cansados del viaje, pero los bretones nos levantaron los ánimos con sus sones y bailes. Visitamos Gijón, paseando por el paseo marítimo, Cimadevilla, la Plaza Mayor donde comimos, las calles del caso viejo, visitamos las termas… Desde Gijón fuimos a Lastres, villa marítima encaramada en la ladera de la montaña que la protege del mar. Pasamos sigilosamente por Villaviciosa, donde tomamos un refrigerio, porque estaba nublado pero hacía bochorno, y paseamos por sus calles. Acudimos a Avilés, renovada y restaurada Avilés. De pavimentos de piedra coloreada, calles y fachadas restauradas, limpias, lejos de la negruzca industria de antaño. El paseo por su casco viejo, sus parque, calles y plazas me deja atrapado. No será Avilés más ‘guapo’ que el resto?. Disfrutamos en un concierto la Joven Orquesta Sinfónica de Oviedo en el balneario de Las Caldas, restaurado y convertido en hotel de 5 estrellas.
El martes 10 salimos hacia Galicia, pasando por las aldeas de Tineo, donde viven mis familiares. Por la carretera de Luarca hasta Ribadeo y por la nacional hasta la autopista llegamos a Vigo para cenar.
Los días en Vigo pasaron más relajados entre paseos por la misma ciudad de Vigo, disfrutar con la familia, los amigos, acercarnos a la aldea a comer unas buenas empanadas y marisco. Para encontrarnos con la familia y los amigos nos movimos por Pontevedra, donde pudimos conocer la ciudad a fondo, restaurada, limpia y en fiestas, así estaba la capital de la provincia atlántica. Visitamos el edificio Castro Monteagudo del Museo de Pontevedra, una joya arquitectónica, que ya era Museo en el siglo XVIII, y que contiene un sin fin de historia de la ciudad, recreando usos y costumbres, y hasta un camarote de navío! Las plazas, callejuelas, restos de una antigua Catedral, Palacios… una maravilla. Modernidad en el mobiliario, red inalámbrica gratis (por ahora) en el casco viejo… alucinante.
Desde Vigo, y en verano, nos escapamos a pasar el día a las Islas Cíes en un ferry de doble casco de la naviera Nabia, tal es la avalancha de turistas a las islas que tuvimos que sacar el pasaje dos días antes, por 18,50 euros por cabeza! La isla, declaradas Parque Nacional y protegidas contra el invasor: el humano. Existe un cupo diario de 2000 personas en la isla por día, el camping es cada vez mayor, y aunque está todo limpio, sobre todo mucho más que cuando las visité de niño, están abarrotadas de gente. Demasiada. Las aves así no creo que puedan hacer su vida normalmente. El restaurante donde atracan ahora los barcos estaba hasta arriba de gente comiendo y bebiendo, había que buscarse sitio para poner la toalla en la playa de Nuestra Señora, con la virgen en una roca observándonos. La playa de Roda pasa por ser una de las mejores del mundo. Reclamo turístico innegable que ha hecho de 2010 un año abarrotado de gente a las islas en busca de arena fina y blanca. El día estuvo genial, subimos al faro de Cíes, uno de los que hay, contemplamos las vistas. ‘¿de verdad que no es aquello la torre de la Libertad?’ parece que no… Sudamos la gota gorda, nos refrescamos comiendo un bocata a la sombra de los pinos, tomamos el sol y nos jugamos la vida entrando al agua. Fascinante.
El fin de semana tocaba visita a la aldea de mi novia. Sin nubes, calor. Sin lluvia, no llueve desde hace meses, el campo se seca. Paseamos por Cuntis, villa con un balneario que data del tiempo de los romanos y que alberga un hotel de lujo. La villa estaba en fiestas, como casi toda España, estaban disputando las carreras de camas. Los jóvenes del pueblo disfrazados crean de un somier y un colchón viejos un vehículo más parecido a una bicicleta ancha que a un coche seguro. Disfrutamos de la compañía de la familia, los amigos y las pequeñas 🙂
Las vacaciones han sido intensas, en pocos días muchas emociones, y relajantes, porque de todo puede sacarse sosiego.
Deseando que lleguen las próximas os dejo con el enlace a la galería de fotos de este relato.